Inteligencia emocional en los negocios
Seguramente a muchos de ustedes les ha pasado… al llegar un sitio de trabajo, llámese oficina, almacén, local o dependencia, sienten algo en el ambiente, una energía que nos impacta y predispone con relación al lugar.
Hablamos con frecuencia de ambientes pesados, fríos, tristes, tensos, o por el contrario definimos la atmosfera como relajada, alegre, positiva, o con buena vibra.
Pues bien, nuestro organismo no solo percibe, también se conecta y contagia de esa energía y define respuestas de comportamiento que considera viables y necesarias para obtener resultados en ese contexto. El proceso recibe el nombre de rapport y está definido como una respuesta cerebral que nos permite entrar en sintonía con el entorno, Permitiendo relajarnos en un ambiente tranquilo o encender alarmas y estar dispuestos a la huida o el ataque en atmosferas hostiles.
Ahora bien, ¿que define ese ambiente? ¿Esa “energía” que percibimos?
Uno de los aspectos fundamentales que construye el ambiente de trabajo tiene que ver con las emociones que con más frecuencia manifiestan las personas que comparten un espacio físico.
Las emociones definen cómo nos comportamos en los equipos de trabajo y tienen mucha incidencia en la productividad de las empresas.
Vamos a revisar con algún nivel de detalle las cinco emociones que más impactan el contexto laboral y los negocios, comprendiendo el rol de cada una y reconociendo que no todas son tan positivas – como muchos dicen, – ni tan negativas-como otros pregonan-.
Aunque parezca extraño la emoción que más impacta nuestras decisiones es el miedo, que no es tan malo como se le acusa, pues él nos ayuda a ser precavidos, a identificar fuentes posibles de riesgo, definiendo comportamientos alineados con la protección, la prevención y el auto cuidado. El asunto es que, si el nivel de miedo se eleva demasiado, podemos paralizarnos e inhibir cualquier respuesta, por ejemplo, tener temor de hablar en público es sano hasta cierto punto, te obliga a prepararte mejor, a anticipar escenarios, pero si es demasiado fuerte posiblemente ni siquiera considerarías la opción de hacerlo. Si hay mucho miedo en el ambiente de trabajo se pierde la iniciativa, la capacidad de generar soluciones a los problemas presentados, las personas se abstienen de participar, disentir o proponer.
Entonces lo bueno del miedo es que nos pone alerta sobre el peligro, lo malo es que no quita la iniciativa y la pro-actividad.
Otra emoción frecuente en los lugares de trabajo es la ira, que mal manejada crea ambientes donde la competencia no es sana y la convivencia se hace difícil, la tensión es evidente y cualquier comentario puede ser tomado como un ataque, pues la sensibilidad se expresa a flor de piel. Dificulta el trabajo en equipo y la comunicación está cargada de ironía y resentimiento. En ambientes marcados por la rabia o la ira, un asunto trivial e intrascendente, puede convertirse de pronto en un tsunami que afecta la integralidad del equipo e imposibilita la comunicación.
El lado bueno de la ira, bien manejada es que activa mecanismos que te permiten establecer zonas de control, defender tu territorio de posibles invasores, establecer un nivel de competencia sano y vibrante como también buscar mejores opciones para obtener resultados de forma consistente.
Entonces lo bueno es que te da energía para ir por el resultado, lo malo es que puede hacer que pierdas, objetividad y criterio.
La tristeza es otra emoción frecuente en los integrantes de ciertos equipos, por un lado, los hace distantes, desconfiados, con frecuencia retraídos y muy proclives a sentirse discriminados o segregados. En su expresión positiva la tristeza nos conecta con el dolor de otros, expresándose en actos de compasión y comprensión. Los equipos marcados por profunda tristeza, expresan muy poca energía e iniciativa, hay aversión al riesgo y la autoprotección es la norma. La tristeza del equipo puede ser generada por un aspecto coyuntural, en procesos de cambio y transformación de la organización, o por situaciones puntuales, como la pérdida de un negocio importante o el retiro de un compañero apreciado por todos. Por otro lado, una sana dosis de compasión y empatía, son fruto de conectarse con la carencia del otro.
Hablemos ahora de la cuarta emoción que mueve a las personas … la alegría que se percibe en la vitalidad de los equipos y se expresa a través de un trato cordial entre los integrantes y de estos hacia los clientes. La alegría aporta proactividad, genera respuestas rápidas a las inquietudes y solicitudes que pueda tener un cliente, fomenta la iniciativa al tiempo que estimula la creatividad energizando de manera positiva al equipo.
Por otro lado, una sobredosis de alegría puede convertirse en euforia, lo cual puede llevar al equipo a sentir poco respeto por las normas y procedimientos, a convivir con el desorden, corriendo el peligro de construir un ambiente caótico, donde la prioridad no es la producción si no la diversión.
Por último y no menos importante tenemos al amor. ese que siempre deseamos y glorificamos. Nos encanta ser atendidos por personas que demuestran amor por lo que hacen, que agregan sutiles detalles a su gestión, evidenciando el respeto y el compromiso que sienten hacia sus colegas y su organización. ¿Pero, puede el exceso de amor afectar el desempeño del equipo? Una persona que se siente tan comprometida con la empresa, puede sentir cada iniciativa de cambio, como una traición a los principios y orígenes de la misma perdiendo objetividad al calificar las acciones de otros, pues se percibe así misma como guardián de un legado que no puede perderse.
En resumen, las emociones en sí, no son buenas ni malas, es más bien la intensidad con la cual se sienten, su permanencia en el ambiente y los comportamientos a través de los cuales las expresamos, lo que realmente incide de forma positiva o negativa en el resultado. Ahora es el turno para ti…. ¿Te has preguntado cómo se expresa emocionalmente tu equipo de trabajo? Comprender y gestionar la emocionalidad tiene mucho que ver con la productividad de la empresa.